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Tuberculosis genitourinaria

Tuberculosis genitourinaria

La tuberculosis es la infección oportunista más común en pacientes con VIH. El pulmón es el órgano más afectado, seguido por el tracto genitourinario, siendo el riñón el más comprometido.

La tuberculosis renal es poco frecuente y puede simular otras enfermedades del tracto urinario. El Mycobacterium tuberculosis llega a los órganos genitourinarios mediante la sangre desde los pulmones. Por lo general, se localiza en la región cortico-medular en forma de granulomas y, cuando hay un debilitamiento del sistema inmunológico, puede reactivarse y extenderse dentro de la médula renal. Esta enfermedad progresa lentamente, causando necrosis extensa en la papila renal y formando cavidades con abscesos que pueden destruir el tejido renal. Suele presentarse de manera unilateral y puede provocar baciluria por la ulceración de los túbulos colectores.

Con el tiempo, la tuberculosis renal puede causar fibrosis con cicatrices, atrofia parcial del tejido renal y, como complicación principal, hipertensión. Otros órganos genitourinarios se ven afectados posteriormente, ya sea ascendiendo o descendiendo.

Los síntomas frecuentes incluyen aumento de la frecuencia urinaria de forma indolora que no responde al tratamiento antibiótico convencional.

La ecografía renal puede mostrar dilatación del sistema calicial y otros signos de obstrucción, con una sensibilidad del 58.9% para el diagnóstico de tuberculosis renal. Los hallazgos se pueden clasificar en seis tipos:

  1. Ectasia
  2. Hidronefrosis
  3. Empiema
  4. Atrofia e inflamación
  5. Calcificación
  6. Combinación de los anteriores

La urografía excretora es útil para el diagnóstico, ya que puede identificar signos como distorsión de los cálices, calcificaciones, estenosis del uréter y fibrosis vesical.

Es fundamental hacer un diagnóstico diferencial con la pielonefritis aguda en casos de lesiones de intersticio, masas abscesadas, divertículos caliciales y ureteritis quística.

El tratamiento médico actual implica iniciar con una combinación de cuatro fármacos antituberculosos durante dos meses (rifampicina, isoniazida, pirazinamida y etambutol o estreptomicina), seguido de otros cuatro meses con rifampicina e isoniazida únicamente.

El ultrasonido es una herramienta clave en el arsenal diagnóstico del urólogo, al ser rápido, efectivo, no invasivo, sin radiación y relativamente económico. Permite diagnosticar o descartar trastornos obstructivos, inflamatorios o masas ocupantes aportando información detallada sobre la anatomía renal, lo que facilita la sospecha de benignidad o malignidad.

Los tumores renales corticales comprenden neoplasias benignas y malignas.

El ultrasonido es esencial en la evaluación de un tumor renal cortical, ya que puede distinguir entre lesiones sólidas y quísticas. Es crucial especificar si un quiste es simple o complejo, y por ende, potencialmente quirúrgico.

Un estudio realizado en 200 pacientes asintomáticos de un hospital en el estado de México, quienes se sometieron a un ultrasonido renal, concluyó que esta exploración permite la detección temprana de tumores renales para su seguimiento o tratamiento inmediato, estableciendo lo conocido como ultrasonido urológico integral.

Artículo escrito por la Dra. Jiménez Sánchez Miriam Gabriela

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